miércoles, 4 de marzo de 2009

Dejar a alguien o romper con una relación, es un evento que debiera darse bajo la total conciencia de que se está haciendo lo correcto, es decir, debiera ser tan conciente como se supone debió ser la decisión de unirse o de formar esa relación.
Cuando se renuncia, se debe a que ya no se está a gusto en dicha relación, por las causas que sean. Se supone que ya se ha intentado todo por salvarla, o quizás no, quizás ya no interesa salvar nada, se está harto y lo único que se desea es salir de tan lastimosa situación.
Pero entonces suele suceder que sobrevenga un sentimiento tan extraño como contradictorio o absurdo: la tristeza por abandonar.
Si se recapitula, se verá con honestidad que ya se intentó todo lo que ha estado al alcance por salvar la situación y mejorar la relación; o se verá que no interesa salvar nada. Sea cual fuere, está claro que no se puede ni se quiere seguir haciendo daño a si mismo ni dañando a otro, entonces ¿porqué sentirse triste?
El sentimiento está siempre estrechamente relacionado a un pensamiento, de ahí se sigue que entonces es el pensamiento el que juega una mala pasada; hay que aprender a ser realistas y objetivos, a contarse la historia tal cual es y no como gustaría que fuera; aprender pues a no decirse cosas lindas de una persona o una relación que en todo caso y a la luz de la objetividad, es verdaderamente perniciosa.
Este simple ajuste a la manera de concebir las cosas, signfica modificar el pensamiento, el pensamiento modifica al sentimiento. Pensar correctamente permite sentir correctamente.
Después, en vez de estar triste por haber tomado una decisión benéfica y saludable, en vez de ser absurdo e incongruente, se estará en posibilidades de organizar una fiesta para celebrar el haber tenido el acierto de dejar ir lo que perjudicaba nuestra existencia.


BrujoCurandero