martes, 14 de abril de 2009

El pensamiento débil

El "pensamiento débil" tiene la pretensión de resquebrajar tanto al que conoce, cuanto a lo conocido. Postula una modificación tanto del sujeto como del objeto del conocimiento y las relaciones del yo consigo mismo".

Sólo en muy raros momentos desea alguno de nosotros transportarse hasta aquel extremo de sí mismo en el que sabe bien que la propia identidad comienza a tambalearse, porque la correcta organización del yo no funciona ya como tal. Antes de llegar a ese punto, la pereza y el temor nos detienen, e impiden, incluso, que miremos en esa dirección. Hay que hacer un esfuerzo, es preciso poner entre paréntesis todas nuestras costumbres, si verdaderamente queremos aventurarnos a debilitar nuestro yo, apartándolo del ámbito de influencia de la lógica de superficie. Y después está el temor, el miedo ante lo que no nos resulta inmediatamente familiar, horror a descubrir realidades que puedan inquietarnos, a encontrarnos frente a accesos impracticables, que nunca podremos atravesar. Temor a que llegados a aquella orilla, de allí en adelante se extienda un vacío abismal.

Sin embargo, y al mismo tiempo, cada vez nos contentamos menos con una identidad cuyo carácter ficticio, provisional y de puro compromiso salta a la vista.

He aludido a una experiencia, narrada en forma literaria por Handke; el momento en que un individuo se ve forzado a realizar una transformación profunda. Sucede entonces que la lógica superficial demuestra lo obvia que es, y la observación de ese carácter trivial produce una sensación equiparable a la de la muerte.

Por tanto, hay algo de transitorio y de intermedio en la expresión "pensamiento débil". Provisionalmente encuentra un lugar entre la razón fuerte del que dice la verdad y la impotencia refleja del que contempla la propia nada. Desde esta zona intermedia puede hacer las funciones de un indicador.

Pier Aldo Rovatti , El pensamiento débil - Milán 1983


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